Nos recibió la lluvia. O al menos así lo quiero recordar. Esa lluvia imprevisible que tan pronto es llovizna como aguacero. Nos bajamos tirando de las maletas en Platt Fields, el parque inmenso, buscando el hostal entre perdidos y sobrecogidos por estar en tierra hostil.
Casas, casas, casas y casas. Nos aventuramos camino del centro, con más ilusión que orientación. Poco a poco se vislumbraban edificios de más de dos plantas. A un lado la BBC, símbolo donde los haya, y mucho más adelante, otro símbolo: una noria que brillaba en el frío de la noche. Hoy no queda en pie ninguno de los dos.
Entonces no sabíamos bien a qué veníamos a Manchester. Ahora no queda ni la sombra de aquel tiempo.