Una maceta de hormigón. Cuadrada, gris, contundente. Industriosamente artesanal. Así, sin más, no dice nada, pero lo que para mí es la pieza clave de la exposición Totem, de Daniel Fogarty (Galería
Bureau, Manchester, hasta el 17 de marzo) encierra una reflexión sobre una de las aficiones británicas por excelencia: la jardinería (gardening).
La
ficha que acompaña a la exposición, una conversación electrónica email tras email entre el artista y su pareja escritora, Natalie Bradbury, profundiza en lo que a primera vista puede parecer un deshecho mal encofrado reciclado para un mejor uso. Fogarty, en su obra, se obsesiona por la repetición industrial de la cadena de trabajo hasta conseguir un acabado artesanal, combinando la escultura con la fotografía sobre fotografía. La maceta está inspirada en un tradicional método de construcción de bordillos en los parterres del jardín, recientemente popularizado por un programa de la BBC, consistente en verter hormigón en los huecos hechos en tierra con ladrillos.
La jardinería con la que los jubilados ocupan su tiempo en Reino Unido no es para Fogarty un momento de ocio, aislamiento y disfrute, sino más bien la continuación en el jardín trasero de casa de la actividad laboral de la que han sido expulsados. De producir beneficios para una empresa, el trabajador jubilado pasa a producir beneficios tangibles para sí y los suyos, un huerto en casa, y una forma de seguir sintiéndose útil, o, insisto, productivo.
Cabe plantearse la función social y sanitaria de la jardinería o de la horticultura. Todos hemos tenido abuelos que plantaban sus rosales, sus tomates o pasaban los días en su parcelita. ¿Qué otra cosa van a hacer?, me decía Natalie. Dejo la pregunta en el aire, mientras vienen a mi cabeza los huertos urbanos de grandes ciudades, llenos de jubilados que si con su pensión no pueden permitirse lujos en la cesta de la compra, pueden al menos darse por satisfechos cultivando sus propias verduras.
De los huertos de/para jubilados salto a otra modalidad social de la horticultura doméstica: los huertos comunitarios o sociales, o como
esta idea de aprovechar los terrenos baldíos para ofrecer comida gratis a los ciudadanos de Todmorden, una pequeña población en Yorkshire (no muy lejos de Manchester). Enseguida pienso en cómo resultaría la idea en mi pueblo: ¿Huerto público en las cunetas y bordillos de donde cualquiera puede recoger los frutos? Ante el primer signo de madurez de los tomates ya no quedaba ni uno, o todos en la cocina del más rápido o en algún puesto al grito de "tomates baratos, que me los quitan de las manos".