14 ene 2012

El regreso



Sobre mi mesa, dos barajas de cartas que Laura había dejado. Dos barajas de póker. Una con trasera azul y sin funda y otra con trasera roja y en una funda desgastada. Quiero recordar que ninguna de las dos está completa. En un segundo, una estúpida idea cruza mi cabeza: voy a buscar el dos de corazones. No el as, no, el dos. Dos corazones juntos. Paso las cartas una a una, rápidamente, tréboles, picas, sietes, ases, reyes, corazones! ochos, cuatros. Llego a la última carta de la baraja azul y ni rastro. Entonces saco la baraja roja de su funda desgastada, con las figuras mirando hacia abajo. Seguro que las cartas están mezcladas. Tiene que haber cartas azules, tiene que haber cartas azules mezcladas!, grito para mis adentros mientras las voy pasando frenéticamente.Y de repente, aparece una carta azul. Una única carta azul en toda la baraja roja. Miro el dos de corazones con trasera azul. Lo miro y pienso por qué he vuelto a elegir la baraja equivocada mientras la desazón se apodera de mi cuerpo y empiezan a brotarme lágrimas.

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